GIACOMO LEOPARDI poesía CANTOS REMEMBRANZAS Texto Español ES
Giacomo Leopardi
Remembranzas
(Ita: Canti – Le rimenbranze)
Cantos XXII
(1829)
Literatura clasica italiana
Texto traducido al español
Giacomo Leopardi Todos los poemas > aqui
Los Cantos de Giacomo Leopardi contienen treinta y cuatro poemas compuestas por el poeta entre 1817 y 1836. Los Canti, se consideran la obra maestra de Giacomo Leopardi.
Entre los poemas de Giacomo Leopardi incluidos en “los Cantos” recordamos:
La calma después de la tormenta (ita: La quiete dopo la tempesta) que puede encontrar en “yeyebook”, haciendo clic aquí.
Canto nocturno de un pastor errante de Asia (ita: Canto notturno di un pastore errante dell’Asia), El gorrión solitario (ita: Il passero solitario),
La noche del día festivo (ita: La sera del dì di festa),
A la luna (ita: Alla luna) (propuesto aquí),
Á Silvia,
El infinito (ita: L’infinito), uno de los poemas más representativos de la poesía de Leopardi, que puede encontrar en “yeyebook”, haciendo clic aquí.
“El Sábado De La Aldea” (Il sabato del villaggio) que puedes leer en yeyebook haciendo clic aquí.
La lista completa de Los Cantos de Giacomo Leopardi se puede encontrar como índice al final de esta página.
A continuación puede leer el texto del poema de Giacomo Leopardi “Remembranzas” traducido al español.
En el menú en la parte superior o lateral puede encontrar la poesía de Los Cantos de Giacomo Leopardi “Remembranzas”, traducidas a otros idiomas: inglés, francés, alemán, chino, etc.
Feliz lectura y buenos remembranzas.
“¡Oh esperanza, esperanza, engaños dulces
De mi primera edad! hablando, siempre
A vosotros retorno; que del tiempo
En el andar eterno, ni en el cambio
De pensamientos y de afectos, nunca
Puedo olvidaros.“
Giacomo Leopardi
Remembranzas
Cantos XXII
Poesía de: Los cantos
Texto traducido al español
¡Astros hermosos de la Osa! Nunca
Creí otra vez venir á contemplaros
Sobre el jardín paterno centelleantes,
Ni á conversar con vos de la ventana
De esta morada que habité de niño,
Y dó el término ví de mis venturas.
¡Cuánta imagen un tiempo, cuánta historia
Creó en mi mente vuestro dulce aspecto,
Y las que en torno veis, amigas lumbres!
Cuando en rústico asiento, silencioso,
Mirando el cielo y escuchando el canto
De la rana distante en la campaña,
Gran parte de la noche estar solía!
La luciérnaga erraba en los vallados
Y por los lomos, susurrando al viento
La arboleda olorosa, y los cipreses
Allá en la selva; y so el paterno techo
Oía alternas voces, y el tranquilo
Tragín de los criados.
¡Qué de sueños,
Qué altas ideas me inspiró la vista
Del mar lejano y los azules montes
Que de aquí miro, y que surcar un día
Dentro de mí pensaba, arcanos mundos,
Arcana dicha á mi vivir fingiendo!
Mi hado ignoraba entonces, y las veces
Que esta mi vida dolorosa y yerma
Por la muerte, feliz trocado habría.
Ni aun presagiaba que mis verdes años
Fuera forzado á consumir en esta
Natal villa salvaje, en medio á gente
Áspera, vil; á la que extraños nombres
Y argumento de risa y de algazara
Son doctrina y saber; que me odia y huye,
No por envidia ya, que no me estima
Á ella mayor, mas porque tal supone
Que guardo en mí, si bien persona extraña
Jamás columbró de ella indicio alguno.
Aquí los años paso, oculto,
aislado, Sin vida, sin amor, y entre la turba
De los malvados, áspero me vuelvo.
Aquí virtudes y piedad me arranco,
Y desprecio á los hombres,
por la recua Que tengo en derredor: y en tanto vuela
El dulce tiempo juvenil; más dulce
Que el laurel y la fama; más que el puro
Fulgor del día, y su morir: te pierdo
Sin ningún goce, inútilmente, en este
Inhumano retiro, entre inquietudes,
¡Oh sola flor de la infecunda vida!
Conduce el viento el són de la campana
De la torre del burgo. Él me infundía,
Aun lo recuerdo, ánimo en mis noches,
Cuando era niño, y en la oscura estancia
De tenaz miedo víctima velaba,
La aurora ansiando.
Nada aquí contemplo
Sin que en ello una imagen reaparezca;
De do no surja un plácido recuerdo.
Plácido en sí; mas con dolor sucede
La idea del presente, un vano anhelo
Del tiempo que pasó, aunque ligado
Al infortunio, y el decir: ya he sido.
Aquella galería vuelta al último
Rayo de luz; estos pintados muros,
La fantástica nube, el sol que asoma
En la campiña solitaria, dieron
Contentos mil á mis perdidos ratos,
Cuando mi error potente hablando iba
Al lado mío por doquier.
En estas Salas antiguas,
de la nieve al brillo,
Silbando el viento en torno á estas ventanas,
Retumbo mi alegría y mis festivas
Voces, en tiempo en que el indigno, acerbo
Misterio de las cosas, se nos muestra
Henchido de dulzura. Entera y virgen,
Tierno el doncel, como inexperto amante,
Su falaz vida con amor contempla,
Y celeste beldad finge y admira.
¡Oh esperanza, esperanza, engaños dulces
De mi primera edad! hablando, siempre
A vosotros retorno; que del tiempo
En el andar eterno, ni en el cambio
De pensamientos y de afectos,
nunca Puedo olvidaros.
Gloria, honor, tan sólo
Fantasmas juzgo; bienes y venturas,
Mero anhelar; no tiene fruto alguno
La misera existencia, y si vacíos
Yacen mis años, si desierto, oscuro
Es mi estado mortal, poco, á fe mía,
Fortuna me robó.
Mas ¡ay! que cuando
¡Oh mis antiguas esperanzas! pienso
En vos, y en mis imágenes primeras,
Y en mi vida tan vil luego reparo,
Tan dolorosa, y que la muerte es sólo
Lo que de tantas esperanzas grandes
Hoy se me acerca: comprimirse siento
Mi corazón, siento que no me es dado
Resignarme del todo á mi destino.
Y cuando al fin esta invocada muerte
Venga á mi lado, término poniendo
A mis desdichas; cuando ya la tierra
Me sea extraño valle, y de mi vista
Se borre el porvenir; aun de vosotras
Me acordaré, aun aquella imagen
Me arrancará suspiros, me hará triste
Haber vivido en vano, y la dulzura
Del fatal día enturbiará con duelo.
Y ya en el juvenil hervor primero
De dichas, de congojas, de ansiedades,
Tenaz llamé á la muerte, y largas horas
Sentado allá junto á la fuente estuve,
Ahogar meditando entre esas aguas
Mi anhelo y mi dolor.
Luego por crudo
Mal, impelido del sepulcro al borde,
Lloré la juventud, y la ya mustia
Temprana flor de mis infaustos días.
Y sobre el lecho confidente; en altas
Horas sentado, á la muriente lumbre
Poetizando con dolor, mil veces
Lamenté con la noche y el silencio
El alma fugitiva, y á mi mismo
Me canté al expirar fúnebre canto.
¿Quién sin tristeza recordaros puede
¡Oh alborear de juventud, oh días
Risueños, inefables! cuando en torno
Del ardiente mortal por vez primera
Sonríen las doncellas; á porfía
Todo alegre sonríe; aun no despierta,
O bien benigna aun, la envidia calla É
(¡inusitada maravilla!) el mundo
Casi le tiende auxiliadora mano,
Ríe sus yerros, su reciente entrada
En la vida celebra, y complaciente
Muestra aclamarle por señor y dueño?
¡Días fugaces! Como raudo lampo
Desparecieron. ¿De desdicha libre
Cuál mortal puede estar, si aquella hermosa
Estación ya le huyó, si su buen tiempo,
Si juventud ¡ah! juventud no existe?
¡Oh Nerina! ¿Y de tí no oigo á estos sitios
Ya por ventura hablar? ¿Caíste acaso
De mi memoria tú? ¿Dónde te has ido
Que sólo ¡encanto mío¡! tu recuerdo
Encuentro aquí? No más, no más te mira
Esta tierra natal: esa ventana
Donde solías conversarme, y donde
Triste el fulgor de las estrellas luce,
Yace desierta.
¿Dónde estás, que no oigo
Más tu voz resonar, como en un día
Cuando al llegar cada lejano acento
Del labio tuyo hasta mi oído, el rostro
Me demudaba? Ya no más.
Tus días
Fueron, mi dulce amor. Pasaste. Á otros
El cruzar por la tierra hoy cabe en suerte,
Y habitar estas olorosas cumbres.
Pasaste; mas ¡cuán rápida! Tu vida
Cual sueño fué. Cuando, danzando, el júbilo
En tu frente brillaba, y en tus ojos
Brillaba aquel soñar, aquella lumbre
De juventud, fueron del hado extintos,
Y yaciste.
¡Ah Nerina! Aun en mi alma reina
El antiguo amor. Si me encamino
Alguna vez á fiestas, á saraos,
Digo: ¡Oh Nerina! tú á saraos, á fiestas
No te preparas más, no te encaminas.
Si Mayo torna, y flores y cantares
Los amantes van dando á las doncellas,
Nerina, digo, para tí ya nunca
Torna la primavera, amor no torna.
Y si un día sereno, una florida
Ribera miro, ó siento un goce, exclamo:
Ya no goza Nerina; el campo, el aire
No mira ya.
¡Ay! feneciste, eterno
Suspiro mío: feneciste, y siempre
Compañera será de mi errabundo
Imaginar, de mis potencias todas,
De los tristes y férvidos latidos
Del corazón, la remembranza acerba.
…
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Giacomo Leopardi Remembranzas
Ita: Le rimenbranze – cantos XXII (1829)
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